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  • Foto del escritorOhamie Aviles Santiago

En toda confianza

Actualizado: 21 oct 2020

1 Juan 3:1 (TLA): ¡Miren! Dios el Padre nos ama tanto que la gente nos llama hijos de Dios, y la verdad es que lo somos. Por eso los pecadores de este mundo no nos conocen, porque tampoco han conocido a Dios.


Cuando conocemos a Jesús y aceptamos que es nuestro Dios, nuestro Dueño, nuestro Padre, nuestro Todo, cambia nuestra manera de pensar y nuestra manera de vivir. Nuestros nombres son escritos en el registro de una sola familia, la familia de nuestro Padre Celestial. Esto es, una adopción que nos regenera (nos hace nacer de nuevo) a través de su Santo Espíritu. Entonces los fuertes, los frágiles, los capaces, los incapaces entre muchos más, nos volvemos hermanos de Jesús, somos llamados Hijos de Dios. Así está escrito enJuan 1:12-13 (NTV):pero a todos los que creyeron en él y lo recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios.Ellos nacen de nuevo, no mediante un nacimiento físico como resultado de la pasión o de la iniciativa humana, sino por medio de un nacimiento que proviene de Dios.




“Esta promesa está asegurada, aunque los antiguos cimientos de la tierra se doblen” (C.H. Spurgeon)


Algunos de los hijos de Dios pueden producir y tener más bienes que otros, pero nuestro Padre tiene el mismo amor para todos nosotros. Otros ejercen trabajos más especializados y visibles para el Reino de Dios y esto puede representar más renombre ante la gente, pero recordemos lo que dijo Jesús cuando hablaba sobre Juan el Bautista: “Les aseguro que en este mundo no ha nacido un hombre más importante que Juan el Bautista. Sin embargo, el menos importante en el reino de Dios es superior a Juan.” Como leemos, Jesús quiso decir que aquel cuyo nombre puede ser el menos conocido en el reino de los cielos, es tan hijo de Dios como el que está entre los hombres más poderosos de un Gobierno.


Si nosotros los que somos padres, abuelos, tíos o cuidadores sentimos un amor profundo por nuestros hijos, nietos, sobrinos e hijos de crianza y aun cuando sea uno más talentoso que el otro, los amamos igual, aunque seamos más o menos compatibles con uno o con el otro. Nos disgustamos con ellos y los disciplinamos, y cuando vemos lágrimas en sus rostros se nos parte el corazón. ¿Podemos imaginar cuanto nos ama nuestro Padre que nos perdona y nos perdona? Un Padre que insiste en tener una relación íntima con nosotros a tal grado que encarnó a su Hijo Jesús para que pudiésemos entender su amor de Padre. Por eso y por tantas otras dádivas debemos acercamos a Dios y decirle con confianza: “Padre nuestro”. Para los que somos mas cariñositos, podemos decirle: “Papito”. Tratémosle como lo que es: ¡nuestro Papá! Recuerdan cuando éramos niños y papá llegaba de trabajar y al escuchar la puerta abrirse o hasta el auto llegar a la entrada de la casa, corríamos a decirle: ¡papito que bueno que llegaste! Si no tuviste la oportunidad de tener un padre biológico, tal vez tuviste una maestra(o), un tío(a), un amigo(a) a quien decirle al verle: ¡Que bueno que llegaste! y celebraste su amor en tu vida.


No demos por sentado que Dios sabe que le amamos. Él es el Dios del Universo, pero ¿saben qué? Nos creó con un propósito, nos creó con un deseo. Creó al hombre para relacionarse y manifestarse en nuestra vida, pues Él es amor. Por eso nos adopta y nos saca de los brazos del pecado para hacernos sus hijos y otorgarnos todos sus privilegios. Lo que le fascina de nosotros, es exactamente esa respuesta de alegría, de agradecimiento, de honra directamente desde nuestro corazón.


Si estamos a solas, no dejemos pasar ningún momento de nuestra valiosa vida, digámosle a Papá cuanto le amamos y démosle gracias por lo que somos. Si estamos acompañados de alguna persona que ama a nuestro Padre como nosotros, ¡aprovechemos y unidos expresemos a Papá cuanto le amamos! ¿Pueden imaginar su sonrisa al vernos?




Caminantes al Cielo, si estamos tristes, si estamos desalentados, si estamos enfermos, si estamos desesperados, ¡vamos hijos! en confianza digámosle a Papito: “Papá, no puedo con esto, ¿podrías ayudarme?” ¿Creen que se va a negar? Espero que todos contesten: no. Aunque se demore en contestar u haga silencio, no significa que nos ha dejado de amar. ¿Cuántas veces nosotros hacemos lo mismo con nuestros hijos?


Si hemos pecado, si tenemos pensamientos equivocados, si nuestra humanidad imperfecta nos domina en ocasiones, ¡vamos donde Papito! pidámosle dirección, pidámosle consejo, pidámosle perdón. Muy importante: No dejemos de ser respetuosos y agradecidos con Él. Recordemos: a nuestra Autoridad, debemos honrarla y obedecerla. ¡Este principio alarga la vida!


Si aún no eres parte de Su familia, no dejes de darte esa oportunidad. En esta familia se gana, no se pierde. En esta familia la herencia es interminable, la división de bienes es perfecta. Se los digo por experiencia, nadie absolutamente nadie, nos comprenderá más y nos amará más que nuestro Padre Celestial. ¡Sean bendecidos en extremo! Escrito por Ohamie Avilés



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