Hace 40 años atrás, si algún hijo menor de edad respondía con coraje o molestia algún mandato de sus padres o familiar adulto, les esperaba una reprimenda que sonaba algo así: “Me haces el favor y te callas. Que sea la última vez que te atrevas a hablarme de esa forma.” Si al menor se le ocurría intentar defenderse: ¡auch! Entonces, la chancleta, la correa o la mano, eran quienes hablaban de forma inmediata.
Definitivamente para los hijos era mejor reprimirse las molestias y corajes delante de sus superiores porque esa emoción podía causar consecuencias no muy agradables, aunque tuviese la razón. Lamentablemente, muchos de nosotros aprendimos a ver el enojo como algo incorrecto.
¿Creen que está mal enojarse? Permítame decirle que no. El coraje o el enojo son emociones que todo ser humano debe poseer siempre y cuando el coraje o el enojo no se torne en ira o agresividad.
Nuestro Padre Dios colocó la emoción del coraje en nosotros para reaccionar y accionar con valentía en los momentos donde nos agreden o molestan, cuando faltan a nuestros valores morales, al presenciar una injusticia o cuando nos traicionan. Sentir esa emoción de coraje nos hace tomar fuerza y valor para rechazar lo incorrecto, hablar frente a los intimidadores y ejecutar esa acción que parecía imposible o muy complicada. Es una emoción creada para que podamos detener un acto de injusticia y enfrentar situaciones dificultosas sin sentir miedo.
Importante saber: El coraje es una emoción que solo los buenos mayordomos pueden manejar. Un coraje desmedido es un arma de fuego mal utilizada, es una bomba atómica que nunca debió explotar pues sus consecuencias son fatales y en ocasiones irreversibles.
Dice la Palabra de Dios: Quéjate si es necesario, pero no agredas.
Mantén tu boca cerrada y deja que tu corazón hable.
Presenta tu caso ante Dios y espera su veredicto. Salmos 4:4 MSG
Mientras meditaba en este verso bíblico pude comprender que Dios nos equipó con todo lo necesario para llevar una vida plena y defendernos ante los ataques de Satanás de forma exitosa. El problema sucede cuando no sabemos administrar las herramientas, dones y emociones que Dios nos regaló y cuando se nos olvida que Él es nuestro Padre y Juez Justo que siempre está dispuesto a defendernos y ayudarnos.
Los cambios positivos a través de la historia de la humanidad sucedieron porque un hombre o una mujer valiente se indignaron ante una injusticia y su coraje bien manejado no se tornó en venganza personal o en deseos desmedidos de destruir al equivocado. La compasión y el amor de Dios dirigió y controló su enojo. La razón sometida al pensamiento del Espíritu Santo hizo la combinación perfecta para que las cosas pasaran a favor de una buena causa. ¿Saben qué? El enojo y el coraje pueden ser hermosos si Dios tiene el control de nuestra mente.
¡Cuán justo y comprensivo es nuestro Padre y Consejero Dios! Él no nos exige ser perfectos. Él no pretende que no nos enojemos, Él permite que nos dé coraje sin embargo, nos instruye para que seamos hijos responsables y hagamos sabio manejo de nuestras emociones.
Caminantes al Cielo, saquemos provecho de la emoción del coraje y analicemos cómo podemos tornarla en actos de valentía, justicia, enfrentamientos saludables y cambios positivos ante la ola del enemigo en contra de nuestra fe cristiana, nuestros valores morales y la libertad de culto.
No seamos parte de la cadena del desenfreno, seamos parte de la cadena de los sabios valientes que representamos el Reino de los Cielos entre nosotros. ¡Enójate correctamente!
¡Bendiciones en extremo!
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