Esta tarde mientras observaba el cielo por las ventanas de mi hogar, contemplé con admiración un hermoso arcoíris que trajo a mi mente el pacto que Dios hizo y está registrado en el libro de Génesis 9:12-15 NTV: Entonces Dios dijo: «Les doy una señal de mi pacto con ustedes y con todas las criaturas vivientes, para todas las generaciones futuras. He puesto mi arco iris en las nubes. Esa es la señal de mi pacto con ustedes y con toda la tierra. Cuando envíe nubes sobre la tierra, el arco iris aparecerá en las nubes y yo me acordaré de mi pacto con ustedes y con todas las criaturas vivientes. Nunca más las aguas de un diluvio volverán a destruir a todos los seres vivos. Cada vez que veo un arcoíris sonrío recordando la bondad y la fidelidad de Dios.
De pronto, se cruzó a la altura del arcoíris un hermoso halcón peregrino que en Puerto Rico y República Dominicana se le conoce como “guaraguao” ya que es un nombre derivado del vocablo taíno.
Este majestuoso halcón iba con sus alas abiertas planeando con el viento y dando vueltas en búsqueda de su presa. Observé que en cada vuelta de su vuelo, el guaraguao se elevaba cada vez más y voló tan alto que llegó al borde de la parte más elevada del hermoso arcoíris.
Entonces el Espíritu Santo trajo a mi mente el siguiente pensamiento: Ese halcón vuela muy alto y sobrepasa la altura de vuelo de otras aves, sin embargo, nunca llegará a la altura de Su Creador. A veces mis hijos llegan tan y tan alto, que olvidan que nunca superarán mi altura. ¡Uff! Me conmoví al recibir este mensaje y busqué en la Biblia sobre el águila pues es un ave con características similares al halcón. Encontré el siguiente verso en Isaías 40:31 NTV: En cambio, los que confían en el Señor encontrarán nuevas fuerzas; volarán alto, como con alas de águila; Correrán y no se cansarán; caminarán y no desmayarán.
Los que confiamos en el Señor podemos elevar nuestras vidas muy alto como un águila o como el halcón que por sus huesos huecos tiene poco peso y puede elevarse muy alto. Sin embargo, debemos recordar que por más altos o elevados que estemos, ya sea por estar llenos de unción, Gracia y poder o porque estemos repletos de dones o palabra profética, aún si hemos recorrido el mundo hablando la Palabra de Dios y manifestando Su Gloria a través de milagros y prodigios y mucha gente nos conozca; jamás se comparará nuestra altura con la altura de nuestro Dador el Omnipotente, el único Omnipresente, el Todopoderoso, Majestuoso, Dios invencible e inigualable.
Mientras meditaba en esto, busqué nuevamente en la Biblia acerca de la grandeza de Dios y para mi agradable sorpresa encontré que en el mismo capítulo 40 del libro de Isaías en los versos 21-25 (TLA) se confirma el pensamiento que el Espíritu Santo quiso enfatizarme hoy: Ustedes saben muy bien, y ya lo han oído decir, que Dios tiene su trono muy por encima del cielo. Desde allí, Dios nos ve como si fuéramos insectos. Dios extiende el cielo como un toldo, lo levanta como una carpa para vivir en ella. Dios hace que los poderosos de este mundo desaparezcan como plantas tiernas y sin raíces. ¡Esas plantas se marchitan y se las lleva el huracán! Nuestro santo Dios afirma: “Con nadie me pueden comparar. Nadie puede igualarse a mí”
Importantísimo reconocer que no importa cuán alto volemos en esta Tierra, siempre miraremos hacia arriba y veremos a Quien nos otorga la oportunidad de estar “altos” y privilegiados.
Reflexionemos en esto: Dios se agrada mucho cuando sus hijos reconocemos que somos exactamente eso; sus hijos. ¡Demos honor y honra al Grande, al que verdaderamente vuela ALTO, muy ALTO! El Dios bueno que nos bendice aun más, cuando contempla que nuestro sincero corazón, admite, respeta y adora al DADOR de toda Gracia en los momentos de dificultad y en los momentos donde volamos alto. ¿Cuán alto volamos ante Su presencia? Lo suficientemente alto para tocar Sus pies.
¡Bendiciones en Extremo!
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